En este lugar hace un año comenzó una crisis personal que hundiría mi vida.
En este lugar he permanecido congelado, esperando una respuesta a mis problemas.
En este lugar he tenido mis conversaciones interiores mas profundas.
En este lugar he derramado infinidad de lágrimas en total soledad.
Pero en este lugar, también comenzó el momento en el que decidí meter el coche en pista y continuar esta carrera de resistencia llamada vida.
Hoy he recordado la fotografía viendo ese lugar desde la ventana dormitorio de mi casa, a la que me independicé junto a mi novia hace unos meses, y recordando con cierta nostalgia la intensa lucha con la que conseguí recomponerme.
Y es que, no es hasta ese momento en el que encuentras ese punto de inflexión, de calma personal, cuando la resiliencia comienza a fluir. Para mi la resiliencia fueron tres pedales; embrague, freno y acelerador.
Embrague. Amigos. Esa gente verdaderamente especial que te permitirá engranar la velocidad de tu vida, continuar con la marcha y cambiar de ritmo siempre que lo necesites. Son pocos, pero cuantos menos, mejor.
Freno. Familia. Las personas que día a día van a estar ayudándote a no estrellarte, a parar antes de que sea demasiado tarde para rozar el muro, a poder controlar cada giro y que tu trazada sea lo mas limpia posible para que tu tiempo por vuelta cada vez sea mejor.
Acelerador. Tú. Podrán frenarte, podrá patinarte el embrague, pero lo que nunca podrán controlar es el acelerador, la voluntad, la fuerza con la que pises a la salida de cada curva y subas el ritmo e intensidad de cada vuelta, de cada día de tu vida.
La clave está en uno mismo y, si no existen suficientes analogías en este texto,
Colin McRae dio con la clave de la conducción y la vida.
If in doubt, flat out.