A pesar de querer enfriar motores, calmar la intensidad laboral y el desgaste que supone en mi vida esta constante ocupación casi total, ninguno de mis planes y opciones contemplaba lo que este año estaba por venir.
Han sido meses de agitación, trabajo duro, desgaste físico y mental, grandes sacrificios y proyectos que con mucha pena han quedado atrás. En definitiva, lamentos que han impedido ver la gran fortuna que tenemos de ver salir cada mañana el sol, que vuelve sin descanso un día tras otro.
Pero inmediatamente antes de amanecer de forma tímida aparece una delgada línea que nos adelanta el momento que está por llegar, la aurora.
Precisamente ese fenómeno viene a mi recuerdo a pocas horas de terminar la temporada. Y es que, por muy larga que sea la noche y oscuro el momento, tengo una gran oportunidad de mirar a mi alrededor y agradecer todo el vigor y confianza que han depositado una vez más mi mujer, mi familia y mis amigos, con los que nunca tendré suficientes palabras de agradecimiento y sin los que no habría podido captar ese instante en el que coger aire y comenzar un nuevo capítulo en mi vida.
De hecho, si algo he aprendido a lo largo de mi existencia, y en especial durante los últimos años es que, a pesar de todos los esfuerzos, incertidumbre, decepción, y desorientación en nuestra vida y lo que está por venir, siempre hay un nuevo momento de ver la aurora, de encontrar ese punto de fricción en el embrague justo antes de pisar a fondo el acelerador y, aunque tarde, este año ya he comenzado a dar gas de nuevo.
Por eso no me gustaría terminar este año sin compartir una última reflexión.
Sea lo que sea nunca es momento de rendirse, mañana habrá otra aurora. Haz lo que sientas en cada momento, pero hazlo poniendo todo tu alma y amor, dejando una porción de tu vida en ello y sintiéndote agradecido por lo que y los que tienes; engrana primera y hunde el pie en el pedal, solo así encontrarás el camino.
Feliz 2018 a todos. 🙂